Psicóloga, asistente social, educadora,
testigo privilegiado de la historia, en un alto de sus funciones la Dra.
Giberti recibió a la Secretaría General
y reflexionó sobre la importancia, durante la primera intervención, de ayudar a
los grupos más vulnerables a fortalecerse para encarar una denuncia
“Voy a mandar a hacer tarjetas nuevas que
digan irrecuperable según el terrorismo
de Estado”, bromea la Dra. Eva Giberti, a propósito de la reciente
desclasificación de archivos por parte del Ministerio de Defensa, en los que su
nombre aparece asociado a una lista negra de “irrecuperables” según
funcionarios del último gobierno militar. Autora de innumerables textos
científicos y de divulgación, psicóloga, asistente social, educadora, la Dra. Giberti cuenta con más de seis
décadas de trayectoria en la vida pública del país y a sus 84 años de deja de
encarar nuevos desafíos.
Desde hace siete años, la incansable
Giberti se encuentra a cargo del programa Las
víctimas contra las violencias, creado por pedido del entonces presidente
Néstor Carlos Kircher. Formado por un call
center que recibe los pedidos de ayuda, y grupo de calle que se movilizan
hasta el lugar donde se encuentran las víctimas, el programa comenzará a
derivar casos de grooming a la
fiscalía especializadas en delitos informáticos de la ciudad de Buenos Aires2.
En un alto de sus funciones, la Dra.
Giberti recibió a la Secretaría General y reflexionó sobre el rol del Estado en
la asistencia a víctimas de violencia, así como de la importancia, durante la
primera intervención, de ayudar a los grupos más vulnerables a fortalecerse
para encarar una denuncia
-¿Cómo
podría definir al empoderamiento?
-El empoderamiento para nosotros es una pratique, no es una palabra, es un hacer concreto. El programa se llama Las víctimas contra las violencias. Ahí
está inmersa la idea de empoderamiento. ¿Por qué? Porque la preposición contra implica hacia la otra persona (o
institución/entidad) hostilidad, energía intensa, oposición. Entonces, nosotros
vemos a las víctimas (habitualmente mujeres, aunque también niños y niñas) y esa
víctima no es una víctima para la “compasión” o la “piedad”. Aparte de lo que
significa hacerse cargo de su sufrimiento, para nosotros, la partícula contra implica el empoderamiento. Es
decir, que esa víctima salga de la pasividad que tuvo hasta ese momento y
durante el tiempo en que nosotros la acompañamos el Estado se haga presente
mediante nuestra acción para hacerle conocer sus derechos y además ponerla en
contacto de manera que la violencia que ella ha padecido sea resuelta por un
Estado que no pudo ni prevenirla ni preverla.
-¿Cómo
funcione en la práctica ese empoderamiento?
-La
particularidad es que esto es realizado por profesionales enviados desde el
Estado que trabajan con la víctima para explicarle cuáles son sus derechos,
pero además de contárselos, llevarla en un auto a hacer la denuncia,
acompañarla, quedarse en la casa, saber qué hacer con los chicos, saber adónde
llevarla. Durante todas esas horas, que son muchas, el empoderamiento funciona
de modo discursivo, pero activo. Lo cual quiere decir que si bien la palabra “empoderamiento”
a mí me resulta muy antipática, no obstante como la palabra ya se impuso la
seguimos porque es la corriente comunitaria. En el tiempo en el que nosotros
estamos con la víctima, que es cuando la vamos a buscar, cuando estamos en la
casa con ella, que pueden ser dos o tres horas porque a veces tardan en
convencerlas para que hagan la denuncia.
Nosotros no tomamos la denuncia, recibimos
el pedido de auxilio para llevarla a hacer la denuncia: la empoderamos en el
sentido de que usted tiene razón y
además si usted tiene miedo y no quiere
hacer la denuncia, le explicamos cuánto
importa hacer la denuncia. Más aún, le explicamos que el Estado tiene
obligación con las víctimas y las víctimas tienen derecho a que el Estado les
aporte una vida sin violencia. Tratamos de que entienda que su derecho es el de
una vida equilibrada y con pretensión también de que su vida sea una vida
alegre. Una vida de bienestar. Entonces, el empoderamiento para nosotros es
estar con ella mano a mano, cara a cara, con los chicos a upa.
-El
trabajo transcurre en situaciones de crisis…
-El empoderamiento es yo que vengo a trabajar
para acompañar a la víctima en el estado en el que está. La cuestión a tener en
cuenta cuando se habla de empoderamiento es a quién se va a empoderar. Estas
son víctimas que están en estado de shock. Entonces, el trabajo es de largas
horas; una vez que las ponemos en contacto con la Oficina de Violencia
Doméstica de la Corte Suprema de Justicia (OVD), allí se sortea el Juzgado
donde va a tramitarse su caso. Dependiendo de su situación, la acompañamos o no
al Juzgado, porque si no la víctima anda con un papelito que dice “aquí están
las medidas”, pero ella no sabe exactamente de a qué se están refiriendo cuando
le hablan de medidas. Como tenemos en claro que con eso no alcanza, hay un
equipo de seguimiento que con el 40% de mujeres a las que atendemos y
acompañamos que no quiere hacer la denuncia, seguimos en contacto telefónicamente
hasta veinte días después llamándola o yendo a su domicilio.
De modo que, para mí, el empoderamiento es
todo lo que ya se sabe que es desde el punto de vista jurídico, en el que hay
leyes que empoderan a la mujer. Desde el punto de vista de las prácticas, hay
que enseñar a los funcionarios lo que significa que la mujer se haga cargo de
sus derechos. Es instaurar o rescatar la posibilidad de lucha, porque el
empoderamiento no circula, no fluye solamente porque le expliquemos que tienen
derechos. Sino que de lo que se trata es de motivar en la víctima la capacidad
de lucha, de enfrentamiento y de disminuir en la medida de lo posible sus
temores, sus miedos y muchas veces sus terrores. Cuando el terror es muy
fuerte, no hay empoderamiento que valga. Los poderes que tenemos las mujeres
son distintos y lo que ocurre es que se enfrentan siempre con poderes
hegemónicos. Cuando uso la palabra lucha la uso concretamente. La capacidad de
empoderamiento depende de la capacidad de lucha de quien la ejerce.
-¿Qué
herramientas teóricas utilizan para evaluar el riesgo de las víctimas?
-Depende de la formación de la persona que asiste
en el callcenter. Nosotros no tenemos un protocolo de trabajo para medir el
riesgo en la atención telefónica porque eso es imposible. Hay gente que lo
mide, pero nosotros no podemos. Es un trabajo de entrenamiento por parte de la
persona que está al teléfono. Una persona recién recibida como psicóloga no
puede ir al teléfono, acá los profesionales tienen como mínimo cinco años de
experiencia como recibidos para poder optar trabajar en el teléfono y después
tienen tres meses de entrenamiento. Hace tiempo que no estamos tomando gente,
pero esta es la línea de formación.
Tengo muchos casos para demostrarles que la
evaluación depende de la escucha, donde se genera un acuerdo entre quien
escucha y la víctima.
-¿No
contemplan el desarrollo de un protocolo?
-Hace 7 años que trabajamos sin protocolo.
Además, me pregunto exactamente qué quiere decir un protocolo, ¿para qué se
usa? ¿Cuándo se usa y quién lo usa? Alguien habla de protocolo cuando nunca ha
escuchado a las víctimas de violencia familiar en el teléfono: que se corta,
que vuelve a llamar y que está escapada, que tiene a los chicos llorando y que
uno en el horizonte siente a los perros que están ladrando. Es muy difícil
protocolarizar eso. No hay que confundir el rigor del protocolo, que nosotros
ya podríamos hacer después de siete años, con la manía clasificatoria. Creo que
es un problema epistemológico que hay que revisar con mucho cuidado. Lo que sí tenemos es un sistema perfectamente
informatizado que se llena de manera muy cuidadosa. Tanto es así que nosotros
podemos hacer estadísticas con lo que registramos: barrios, horas, niños,
víctimas, aumento de llamados ingresados, aumento de llamados por primera vez,
llamadas de personas transgénero, aumento de intervenciones en domicilio,
aumento de víctimas atendidas.
-¿Quiénes
van específicamente al campo para contener a la víctima?
-Van una psicóloga o psicólogo y una
trabajadora o trabajador social y dos policías, aunque últimamente hay
problemas con esto y va uno solo, que está mal. Es mixto el equipo. En los casos
de violencia sexual tenemos un equipo en el que son solamente mujeres. Van en
un móvil no identificable. El policía baja y dice que llegó el cuerpo
interdisciplinario o llegó el cuerpo de violencia si es que se presenta. Su
función es entrar y mirar a ver si podemos bajar. El policía va para ver dónde
entramos nosotros. Además, se queda porque sabe que el golpeador puede volver o
algún compadre del sujeto. Después acompañamos a la persona a la OVD las 4 o 5
hs que tiene que esperar. De ahí muchas veces, dependiendo de la situación en
la que está la mujer, la acompañamos al juzgado que le tocó para que le den las
medidas porque hay mujeres que no tienen idea de lo que le están hablando.
Después, suponiendo que no haya querido hacer la denuncia, el equipo de
seguimiento hasta 20 días sigue llamando por teléfono preguntándole cómo está. Y
después lo que hacemos si es un sábado, la OVD no se hace cargo de la víctima, entonces
nosotros vemos donde la dejamos a ella y a sus chicos. Ene l refugio es muy
difícil porque está siempre lleno. Entonces buscamos casas de una prima, de una
madre, de una tía. Si son personas de una comunidad, eso es lo más rápido,
porque hablamos con gente de la comunidad y ésta inmediatamente toma alguna
medida para paliar y pasar la noche.
-Los logros a mí se sobrepasaron. Cuando propuse este programa fue porque vino Néstor Kirchner con un diseño básico de Aníbal Fernández que fue el que me llamó y me dijo que quería crear un primer equipo para poder detener a los violadores. Me contaba que el Presidente estaba muy preocupado por las mujeres víctimas de violación, porque no vuelven a hacer la denuncia ante el Juzgado una vez hecha en la comisaría. Esto sucede porque en la comisaría les hacen preguntas no debidas. Hoy en día ellos tienen una orden muy concreta: víctima de violación que llega se llama al Juez o al Fiscal para hacer la carátula y a nosotros al mismo tiempo, porque no pueden tomar la denuncia hasta que no estemos nosotras. Vamos en un auto que tiene que ir a toda velocidad con solamente dos mujeres que llevan a la víctima al Hospital para tomar la medicación contra la posibilidad de VIH y de embarazo. Luego la llevamos donde ella quiera ir, a su casa o donde nos diga, y después empieza el seguimiento. Nunca queda sola la victima de violación. Ella va a tener que ir a identificar al agresor en las pantallas de la Policía Federal con nosotras. Luego, lo más importante, cuando tiene que hacer la declaración ante el juez o fiscalía, donde tenga que hacerla, nosotros lo que hemos logrado es que de acuerdo a las pautas internacionales si la víctima si quiere nosotras la acompañamos. Ella puede decirle al magistrado, sin ser menor, que la acompañemos. Por otro lado, el programa ha crecido también a nivel nacional. El programa 137 existe en Chacho hace año o año y medio y Misiones hace cuatro, cinco meses. El 25 de noviembre se hace un gran festejo por esto. En Salta también nos llamaron para volcar el programa, que es una provincia con características propias, tradicionales muy fuertes. La senadora Sandra Escudero nos está llamando para que vayamos. A mí se me fue de las manos el Programa. Tengo un equipo fantástico, empezamos siendo tres personas y ahora somos 200.