Publicado en Página/12. "El País".
11.02.2013
Jornadas cruciales las del juicio a los represores de Tucumán. Se trata de civiles vinculados a grupos de tareas o servicios de inteligencia de la época y un sacerdote que asistía a las torturas. Esta frase está llena de eufemismos: ¿qué es una “tarea”, qué la “inteligencia”? Quizá no es un eufemismo la palabra sacerdote. ¿O sí? Presencié la primera jornada, acompañando a mi amigo, el gran músico Juan Falú, cuyo hermano Lucho está desaparecido, sabiéndose que estuvo secuestrado en el Arsenal del ejército, y allí asesinado. Escribo estas rápidas notas lleno de tristeza, dudas y preocupaciones. La sala del juicio, con sus jueces, fiscales y querellantes, habla la lengua judicial, exhibe sus mecanismos, procedimientos, estilos de preguntas y repreguntas un poco misteriosas para el lego, y una calculada apatía donde la verdad saldría de la materia trágica que exponen los declarantes, pero tamizada por un fraseo tribunalicio distante y a veces hermético.
Primera observación inesperada. Los familiares de los acusados eran amplia mayoría. Portaban carteles y bombos y una gran leyenda: Familiares de presos políticos. Bulliciosos, no dejaron su ejercicio de percusión –que llegaba desde la calle– durante casi toda la jornada, gozosos de haber incautado la expresión que antes significaba otra cosa. Actuaban como militantes sociales que tomaban un lugar exótico para ellos, que no correspondía, pero que en el entrecruzamiento y confiscación de los conceptos ahora les permitía a ellos ser los portadores. Se consideran presos políticos, manifiestan con el tamboril popular, sonido de fondo de la historia nacional, y dentro de la sala ocupan casi por completo los asientos disponibles.
Primera observación inesperada. Los familiares de los acusados eran amplia mayoría. Portaban carteles y bombos y una gran leyenda: Familiares de presos políticos. Bulliciosos, no dejaron su ejercicio de percusión –que llegaba desde la calle– durante casi toda la jornada, gozosos de haber incautado la expresión que antes significaba otra cosa. Actuaban como militantes sociales que tomaban un lugar exótico para ellos, que no correspondía, pero que en el entrecruzamiento y confiscación de los conceptos ahora les permitía a ellos ser los portadores. Se consideran presos políticos, manifiestan con el tamboril popular, sonido de fondo de la historia nacional, y dentro de la sala ocupan casi por completo los asientos disponibles.
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