ANÁLISIS DE UN SENTIMIENTO NORMAL... O PATOLÓGICO. Para el autor, los celos, además de ser “una cólera que se manifiesta por la violencia o el silencio”, son también “un duelo a repetición, puesto que en cada acceso de celos el sujeto vuelve a perder su objeto”. Envuelven tanto “la furia de la desposesión” como “el placer logrado con el sufrimiento” y son “el correlato narcisista del riesgo de amar”.
Publicado en Página/12. "Psicología"
22 de Noviembre de 2012.
Por Paul-Laurent Assoun.
Texto extractado de Lecciones psicoanalíticas sobre los celos, de reciente aparición (Ed. Nueva Visión).
Al principio es un afecto, una cólera que se manifiesta mediante la violencia verbal y física o el silencio malhumorado, vinculado con una situación frustrante, de angustia y de agitación. En tanto afecto, los celos inciden intensamente en el cuerpo. El que experimenta celos siente un nudo en el estómago, provocado por la lucha cuerpo a cuerpo con ese otro que se desdobla, frente a quien siente simultáneamente hostilidad y una dolorosa cercanía. A partir de ese verdadero síntoma somático, organiza sus pensamientos y movimientos en torno de los pensamientos y movimientos del objeto amado o, al menos, investido de un interés libidinal. Se muestra más que preocupado por sus idas y venidas, por sus movimientos, sus emociones, sus encuentros, en suma, por el empleo de su tiempo, ya que sospecha que ese ser amado es capaz de organizar su pensamiento y su acción en torno de una esfera ajena, en un medio de tentaciones donde se producirá el encuentro fatal con algún pérfido seductor (o con alguna fatal seductora), cuyas maquinaciones imagina.
Para el que experimenta celos, todo consiste en poner de manifiesto los “falsos pretextos”; en suma, debe develar la “comedia del amor” que se hace pasar por el amor verdadero: se trata de de-senmascarar su impostura. Existe, pues, en los celos, la idea de algo oculto que hay que investigar. Esto implica estar “en la cabeza” –y en la libido– del otro en supuesto estado de disimulo crónico y organizar una serie de hipótesis acerca de sus acciones. Los celos son una forma de especulación, de exploración sin fin del “mundo de los posibles” (Proust). El celoso quiere saber por todos los medios de los que dispone y que suscita (no carece de ingenio en este campo) qué se trama en torno del objeto amado y lo que esta persona-objeto puede urdir, aun a sabiendas de que esa acción puede dañar profundamente sus intereses. De ahí el giro persecutorio: el celoso está persuadido de que eso “recae” sobre él, pero participa activamente en la puesta en escena fantasmática de ese gozo enemigo y obsceno. Está obsedido por la traición, vía la infidelidad, y procura detectarla en su cortejo de mentiras, tapujos y medias palabras. En suma, el celoso se halla mentalmente sobreocupado con las acciones del otro, asediado por pensamientos de poder casi alucinatorio.
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