Por Eva Giberti.
Si se torna
necesario titular “Creerle a la víctima para la condena”, según la nota
de Mariana Carbajal en Página/12 del 22 de mayo, debe ser porque,
históricamente, a la víctima de violencia sexual no se le cree. Más aún,
es posicionada bajo sospecha por algunos sectores de la comunidad y en
particular por los fueros tribunalicios, por quienes tienen a su cargo
la instalación del juicio.
Si lo habitual fuese tomar en serio y reconocer la verosimilitud y
la evidencia de lo que la víctima narra no sería preciso subrayarlo y
festejarlo como un avance. Que este caso sí lo es. Pero, tener que
considerar avance aquello que los derechos humanos de las mujeres
implican y que por lo tanto debe formar parte de las lógicas de lo
probable, de lo posible y de la historia de las violaciones como dato
internacionalmente probado, dentro de las familias y en otros ámbitos,
resulta lamentable. Y apunta a la peligrosidad en la que se encuentra
cualquier víctima de violación (que se transforma en riesgo) cuando la
víctima queda atrapada en las ataduras que le ofrece la pregnancia
machista de nuestros tribunales. Con las debidas excepciones.
En esta nota de Mariana brotó la excepción pero no espontáneamente.
Arduo trabajo de un fiscal que conocemos por su eficacia cuando se trata
de acusar a quien debe acusar y de advertirle al juez que la víctima de
violación no debe declarar delante del violador. Lo cual constituye el
ABC del Derecho, pero parecería que no siempre se recuerda el abecedario
completo.
Si hay que felicitar al tribunal porque tomó en serio la sinceridad
de la declaración de una víctima es porque la sinceridad advino como un
valor moral que no se esperaba. De lo contrario se sabría que la víctima
grita e interpela porque ha sido victimizada. Al calificar una
declaración como “sincera” no se advierte la paradoja implícita en el
hecho: si la víctima habla es para contar qué le sucedió y narra lo
ocurrido. Me podrían objetar: “Sí pero también están aquellas que fingen
una violación”. Sí, claro, y también existen los jueces decididos a
proteger al violador porque para ellos la violación no existió ya que,
como es sabido, para dichos magistrados las mujeres somo provocativas y
consentidoras a la hora de aceptar o rechazar al varón. Estos
magistrados no constituyen excepción. La falsedad de una denuncia
documentada y probada sí constituye excepción.
No sólo se trata de “sinceridad” en el recorte de la nota de
Mariana, también tenemos que la denuncia es “creíble”. Lo que significa
que hay alguien que debe creer. Se introduce de ese modo la aptitud del
juez para discernir si debe creer o no, afirmación que deja al
descubierto que el discurso de la víctima –y aun sus lesiones– podía no
ser creído (por ejemplo el defensor del acusado pretendió que las
lesiones se las había producido la misma víctima al “acomodar una
cama”). En esta oportunidad le creyeron. Pero se trata de la
verosimilitud de los hechos traducidos por la víctima en su declaración
que entonces resulta creíble y sincera. O sea, la víctima no deforma ni
inventa hechos y aporta un producto, una declaración que según sea la
posición del tribunal será evaluada positivamente.
Estas sentencias iluminan, en sus dichos y redacciones, cuáles son
las relaciones de poder entre las víctimas de violación y quienes
imparten justicia. Se espera que la víctima sea sincera y creíble,
porque podría no serlo. Cuando, en realidad, la víctima es la víctima y
con esa nominación es suficiente, probada que ha sido su victimización.
Explicar que se sentencia al agresor en relación con la sinceridad y
credibilidad de las declaraciones abre un espacio inquietante para
aceptar las apreciaciones subjetivas de quienes juzgan, de quienes
defienden y de quienes acusan.
Es inquietante el tiempo que se toman los profesionales que deben
decidir la exclusión del hogar de un sujeto descripto como peligroso que
no disponen de velocidad y recursos suficientes para comprender que la
exclusión del hogar debe ser inmediata, aunque en las comisarías falte o
escasee el personal que debe llevarle la notificación al violento.
En esta nota de Mariana Carbajal, más allá de las observaciones
técnico-teóricas respecto del lenguaje utilizado en una sentencia,
afortunadamente favorable para la víctima (lo cual merece el aplauso),
hubo otra instancia que denota y connota la situación en la que se
encuentran las víctimas cuando deben recurrir a una instancia judicial
en busca de atención: el 25 de abril del año 2013, ante la Defensoría en
lo Civil Nº 2, se solicitó una exclusión del hogar del sujeto violento
ahora sentenciado. El trámite se completó el 28 de junio, cuando el
agresor ya estaba preso, dos meses después de lo solicitado.
El hecho no es exclusividad de esta provincia; en casi todo el país
la orden de exclusión del hogar llega demasiado tarde “porque no tenemos
agentes de policía para llevar la orden”, “porque quienes la tienen que
entregar son amigos del acusado –sucede en los pueblos– y entonces
tarda en llevársela”. O bien: “Porque aquí siempre fue así”. En los
femicidios ¿encontramos órdenes de exclusión que o no fueron entregadas o
llegaron demasiado tarde?
¿Hasta dónde la credibilidad que podemos acercarles a quienes nos
aportan argumentos para demorarse de ese modo para entregar una orden de
exclusión?
¿Cuál es la sinceridad con la que se procede cuando la Justicia
decide que un sujeto peligroso debe retirarse de la casa donde convive
con la víctima e irse a vivir no se sabe dónde? Un argumento escasamente
mencionado pero existente se abre en silencio pero con la fuerza que le
otorgan los atrasos en la orden de exclusión: ¿dónde va a vivir ese
sujeto si lo sacan de su casa? La otra argumentación, silenciada y
latente: “Si se retrasa la orden de exclusión, mientras tanto ella se
arrepiente y pide que no se proceda...”
Enhorabuena se pueda conmemorar que la palabra de la víctima fue
escuchada y se hizo justicia. Pero el espanto de las que continúan
clamando sin ser escuchadas permanece, así como el terror de aquellas
que no logran excluirlos del hogar porque la orden no llega. Esperemos
las próximas notas periodísticas con noticias alentadoras, para achicar
las vergüenzas.
*Publicado en Página/12
5/6/ 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario