Por Eva Giberti*
**Qué es lo que nos pasa? ¿Qué es esta
violencia homicida de cada día localizada en las mujeres? Está sucediendo
ahora, nunca se vio algo semejante, muertes todos los días, feminicidios por
doquier, asaltos y violaciones contra niñas y adolescentes, sin mesura, con
crueldades infinitas… ¿por qué sucede esto, ¿qué nos esta sucediendo?
La pregunta viene calando fuerte en las entrevistas
que promueven desde los medios de comunicación y el oído reconoce el acento
cuando se produce la frase, qué nos pasa, el acento fuerte en el nos de manera
que nadie quede afuera. Nos estaría pasado a todos. El nos es la primera
variante pronominal del prononombre yo: nosotros, vosotros, él, ellos, para que
no queden dudas, se trata de algo que nos ocurriría a todos nosotros.
Pero es una trampa, la trampa semántica. Porque la frase podría referirse a la
vulnerabilidad personal: a cualquiera de nosotras podría ocurrirnos, que nos
maten por ejemplo. Pero la pregunta trae una segunda intención: ¿por que esto “nos”
está ocurriendo esto a nosotros, como comunidad? Algo nos sucede como si no
tuviésemos que ver con los hechos que parecería que se nos vienen encima
sorpresivamente.
La pregunta tiene un sentido escapista: mirar con
aire embobado hacia los cielos y preguntarse con una aparente honradez que
apenas disimula el costumbrismo ético: pero ¿qué nos pasa? Nos estamos
dando cuenta que nos sucede algo malo, por lo tanto tan malos no somos, ya que
comprendemos, tenemos el “seso avivado y despierto” como decía el poeta… quizás
algún maleficio… Presenciamos, impávidos, cómo el tsunami nos arrasa; es algo
que “nos” sucede sin que tengamos algo que ver. Nosotros estábamos ahí,
viviendo y de repente una tormenta de homicidas apareció no se sabe desde dónde
ni cómo.
Los filósofos vienen hablando de la era de los
posderechos humanos y de centurias que agitan la pérdida de valores, como
descripción enunciativa de la multiplicidad de horrores que se suceden.
Pero si escuchamos con cuidado la pregunta
advertiremos que ese nos también abarca a los femicidas como segmento de la
comunidad a la que pertenecen, igual que todos nosotros. Los femicidas están
entre los que podrían preguntarse ¿qué nos pasa? porque nos es la primera
persona del plural que los incluye. Sin embargo ellos son “los otros” ajenos al
“nosotros” que ingenuamente pregunta por los hechos. Ellos desencadenan el
tsunami cotidiano que pretenden surfear disimulados entre quienes integran el
nos.
A nosotras nos matan. Ellos son los que matan, no
les cabe el nosotros. Pero quien propone la pregunta “ingenuamente” los
incluye.
La pregunta intenta decir que más allá de nosotros
mismos algo nos sucede. Y que no tenemos que ver con lo que ocurre, se trata de
algo que trasciende más allá de nosotros. Esa es la trampa porque los
hechos acaecen en este mundo y en esta sociedad que nosotros compaginamos. No
se nos viene encima sin que tengamos algo que ver. Algunos femicidas ya habían
atravesado sus días en las cárceles donde los jueces los alojaron, los jueces
que emigraron de nuestras universidades, las que nosotros creamos.
Los derechos humanos de las mujeres se sumergen
para dar lugar a la nueva época que no alcanzamos a reconocer como tal y que
todavía nos plantea preguntas infantiles en lugar de admitir que con las
violencias la cuestión es cuerpo a cuerpo, sin metáforas ni preguntas ingenuas.
Se alteró el paradigma que habla del cuidado y de los derechos humanos, se
ingresa en una época que convoca los avances del género mujer y los precios que
“los otros” están dispuestos a cobrar. ¿O es casual que los reincidentes
reincidan porque los avala una justicia que se origina en un “nosotros”
legal?
¿Qué nos pasa? es una pregunta idiota. Porque no
distingue entre “nosotros” y los “otros” que son los femicidas sostenidos por
quienes favorecen un clima perpetrador de las violencias contra el género. En
ese clima crecen, entre otros socios, los programas televisivos y las
publicidades, y se favorece la impunidad de quienes violentan al género mujer.
¿Resultará excesivamente complejo darse cuenta que
efectivamente algo gravísimo sucede? Distinguiendo entre víctimas, victimarios
y facilitadores. Los facilitadores entreverados entre todos nosotros señalan un
punto de inflexión porque se sienten parte del nosotros pero en realidad están
más cerca de “los otros” por su complicidad con las modalidades patriarcales
que sostienen.
Es la época de los derechos humanos de las mujeres
defendidos cada día y de los derechos humanos de las mujeres arrollados por los
femicidios, las violaciones y el clima social que fermenta desde décadas
anteriores buscando establecerse en la actualidad. Epoca en la que se
convive con un caudal de violencias cotidianas producto del deseo de matar por
parte de los varones implicados que ya no disimulan ni limitan sus ataques.
Deseo de matar que no es instintivo, sino un aprendizaje cultural fogoneado por
los patriarcas y sus pichones de patriarcas.
La pregunta “¿qué nos pasa?” es una de las tantas
trampas semánticas que componemos para quedar bien con nosotros mismos,
como si tomásemos conciencia del algo. La única conciencia que vale es la de
reconocer que nuestra sociedad, la de nosotros donde habitan ellos y aquellos
es la que está matando por placer, porque se modificó el paradigma y ahora la
orden no es permanecer en el mundo sino morir según los códigos ancestrales del
poder.
*Coordinadora del Programa Las Víctimas Contra Las Violencias
** Nota publicada el día 10 de Mayo del 2017 en el diario Página/12
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