El Programa Las Víctimas Contra Las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con la coordinación de la Dra. Eva Giberti, tiene como finalidad principal poner en conocimiento de la víctimas cuáles son sus derechos para exigirle al Estado el respeto de los mismos y la sanción de las personas violentas que la hayan agredido. De este modo, se busca que la víctima supere su pasividad y reclame por sus derechos.

lunes, 8 de julio de 2013

"Es tuerta y por eso reina"

JUSTICIA. Si los jueces y las juezas hablan por sus fallos, se puede inferir sin miedo que el discurso mayoritario entre Sus Señorías es sexista, cargado de estereotipos y con pocas ganas de actualizarse. De las “gorditas” se desconfía especialmente, aunque la mayoría peca de mendacidad; de muchas –sobre todo si son de clase humilde– se supone promiscuidad sexual, y de todas, que deben ser madres y amantes de sus hijos. Así ve y juzga la Justicia a las mujeres; sin embargo, ningún proyecto de reforma del Poder Judicial pone en el centro revisar estos prejuicios que, lejos de ser chistes de salón, dañan la vida de personas concretas. Sin perspectiva de género, la Justicia no es ciega sino tuerta. 

Publicado en Página/12. "Suplemento LAS12".
17.05.2013 

Las hermanas Ailén y Marina Jara, liberadas y condenadas días atrás por el delito de lesiones graves contra Juan Leguizamón, un hombre con antecedentes penales que durante años las acosó, están buscando trabajo y horizonte nuevo, si fuera posible abrirse paso en lo cotidiano con el antecedente de una condena sobre los hombros. El Tribunal Criminal Nº 2 de Mercedes siempre obstaculizó la prisión domiciliaria, cuestionó la veracidad de los dichos de las jóvenes, valoró la actuación plagada de irregularidades de la defensora oficial Manuela González, consideró “inoportuno” plantear la cuestión como violencia de género y decidió desde el vamos que “el bien jurídico afectado” era “la vida de Leguizamón”. En estos días, otro tribunal de Tucumán condenó por segunda vez a una joven abusada desde pequeña por el abuelo, que en 2006 había quedado embarazada de su novio, tuvo a la beba sola en el medio del monte, la dejó en el lugar y finalmente la criatura falleció. Mirtha C. había sido condenada en 2011 a ocho años de prisión por abandono de persona agravado, pero luego del recurso de Casación que presentó su abogada, Carolina Epelbaum, la Suprema Corte provincial anuló el fallo. Como en el caso de las hermanas Jara, la sentencia colocó a Mirtha en esa zona oscura del mal menor de la pena, revictimizándola con una condena por otros siete años de prisión, pero con arresto domiciliario para que críe a la hija de dos años que tiene con su actual pareja. Epelbaum dice que los fundamentos de la sentencia están contaminados por estereotipos de género y evalúa denunciar ante el Inadi a la fiscal del caso, que culpabilizó a la joven desde un alegato considerado discriminatorio, prejuicioso y ofensivo. Los dos fallos son, si se quiere, puntos perdidos entre los expedientes de una Justicia argentina elefantiásica, pero forman parte de una tremenda onda expansiva sexista y patriarcal que se replica en miles de causas contra las mujeres y alarma a las instituciones estatales, que toman la urgencia de amplificar y profundizar la capacitación en género de todo el mapa judicial.

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