El Programa Las Víctimas Contra Las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con la coordinación de la Dra. Eva Giberti, tiene como finalidad principal poner en conocimiento de la víctimas cuáles son sus derechos para exigirle al Estado el respeto de los mismos y la sanción de las personas violentas que la hayan agredido. De este modo, se busca que la víctima supere su pasividad y reclame por sus derechos.

viernes, 6 de diciembre de 2013

“El Estado tiene obligación con las víctimas y las víctimas tienen derecho a que el Estado les aporte una vida sin violencia"



Psicóloga, asistente social, educadora, testigo privilegiado de la historia, en un alto de sus funciones la Dra. Giberti  recibió a la Secretaría General y reflexionó sobre la importancia, durante la primera intervención, de ayudar a los grupos más vulnerables a fortalecerse para encarar una denuncia

“Voy a mandar a hacer tarjetas nuevas que digan irrecuperable según el terrorismo de Estado”, bromea la Dra. Eva Giberti, a propósito de la reciente desclasificación de archivos por parte del Ministerio de Defensa, en los que su nombre aparece asociado a una lista negra de “irrecuperables” según funcionarios del último gobierno militar. Autora de innumerables textos científicos y de divulgación, psicóloga, asistente social, educadora, la Dra. Giberti cuenta con más de seis décadas de trayectoria en la vida pública del país y a sus 84 años de deja de encarar nuevos desafíos.  
Desde hace siete años, la incansable Giberti se encuentra a cargo del programa Las víctimas contra las violencias, creado por pedido del entonces presidente Néstor Carlos Kircher. Formado por un call center que recibe los pedidos de ayuda, y grupo de calle que se movilizan hasta el lugar donde se encuentran las víctimas, el programa comenzará a derivar casos de grooming a la fiscalía especializadas en delitos informáticos de la ciudad de Buenos Aires2.
En un alto de sus funciones, la Dra. Giberti recibió a la Secretaría General y reflexionó sobre el rol del Estado en la asistencia a víctimas de violencia, así como de la importancia, durante la primera intervención, de ayudar a los grupos más vulnerables a fortalecerse para encarar una denuncia
-¿Cómo podría definir al empoderamiento?
-El empoderamiento para nosotros es una pratique, no es una palabra, es un hacer concreto. El programa se llama Las víctimas contra las violencias. Ahí está inmersa la idea de empoderamiento. ¿Por qué? Porque la preposición contra implica hacia la otra persona (o institución/entidad) hostilidad, energía intensa, oposición. Entonces, nosotros vemos a las víctimas (habitualmente mujeres, aunque también niños y niñas) y esa víctima no es una víctima para la “compasión” o la “piedad”. Aparte de lo que significa hacerse cargo de su sufrimiento, para nosotros, la partícula contra implica el empoderamiento. Es decir, que esa víctima salga de la pasividad que tuvo hasta ese momento y durante el tiempo en que nosotros la acompañamos el Estado se haga presente mediante nuestra acción para hacerle conocer sus derechos y además ponerla en contacto de manera que la violencia que ella ha padecido sea resuelta por un Estado que no pudo ni prevenirla ni preverla.
-¿Cómo funcione en la práctica ese empoderamiento?
-La particularidad es que esto es realizado por profesionales enviados desde el Estado que trabajan con la víctima para explicarle cuáles son sus derechos, pero además de contárselos, llevarla en un auto a hacer la denuncia, acompañarla, quedarse en la casa, saber qué hacer con los chicos, saber adónde llevarla. Durante todas esas horas, que son muchas, el empoderamiento funciona de modo discursivo, pero activo. Lo cual quiere decir que si bien la palabra “empoderamiento” a mí me resulta muy antipática, no obstante como la palabra ya se impuso la seguimos porque es la corriente comunitaria. En el tiempo en el que nosotros estamos con la víctima, que es cuando la vamos a buscar, cuando estamos en la casa con ella, que pueden ser dos o tres horas porque a veces tardan en convencerlas para que hagan la denuncia.
Nosotros no tomamos la denuncia, recibimos el pedido de auxilio para llevarla a hacer la denuncia: la empoderamos en el sentido de que usted tiene razón y además si usted tiene miedo y no quiere hacer la denuncia, le explicamos cuánto importa hacer la denuncia. Más aún, le explicamos que el Estado tiene obligación con las víctimas y las víctimas tienen derecho a que el Estado les aporte una vida sin violencia. Tratamos de que entienda que su derecho es el de una vida equilibrada y con pretensión también de que su vida sea una vida alegre. Una vida de bienestar. Entonces, el empoderamiento para nosotros es estar con ella mano a mano, cara a cara, con los chicos a upa.
-El trabajo transcurre en situaciones de crisis…
-El empoderamiento es yo que vengo a trabajar para acompañar a la víctima en el estado en el que está. La cuestión a tener en cuenta cuando se habla de empoderamiento es a quién se va a empoderar. Estas son víctimas que están en estado de shock. Entonces, el trabajo es de largas horas; una vez que las ponemos en contacto con la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia (OVD), allí se sortea el Juzgado donde va a tramitarse su caso. Dependiendo de su situación, la acompañamos o no al Juzgado, porque si no la víctima anda con un papelito que dice “aquí están las medidas”, pero ella no sabe exactamente de a qué se están refiriendo cuando le hablan de medidas. Como tenemos en claro que con eso no alcanza, hay un equipo de seguimiento que con el 40% de mujeres a las que atendemos y acompañamos que no quiere hacer la denuncia, seguimos en contacto telefónicamente hasta veinte días después llamándola o yendo a su domicilio.
De modo que, para mí, el empoderamiento es todo lo que ya se sabe que es desde el punto de vista jurídico, en el que hay leyes que empoderan a la mujer. Desde el punto de vista de las prácticas, hay que enseñar a los funcionarios lo que significa que la mujer se haga cargo de sus derechos. Es instaurar o rescatar la posibilidad de lucha, porque el empoderamiento no circula, no fluye solamente porque le expliquemos que tienen derechos. Sino que de lo que se trata es de motivar en la víctima la capacidad de lucha, de enfrentamiento y de disminuir en la medida de lo posible sus temores, sus miedos y muchas veces sus terrores. Cuando el terror es muy fuerte, no hay empoderamiento que valga. Los poderes que tenemos las mujeres son distintos y lo que ocurre es que se enfrentan siempre con poderes hegemónicos. Cuando uso la palabra lucha la uso concretamente. La capacidad de empoderamiento depende de la capacidad de lucha de quien la ejerce.
-¿Qué herramientas teóricas utilizan para evaluar el riesgo de las víctimas?
-Depende de la formación de la persona que asiste en el callcenter. Nosotros no tenemos un protocolo de trabajo para medir el riesgo en la atención telefónica porque eso es imposible. Hay gente que lo mide, pero nosotros no podemos. Es un trabajo de entrenamiento por parte de la persona que está al teléfono. Una persona recién recibida como psicóloga no puede ir al teléfono, acá los profesionales tienen como mínimo cinco años de experiencia como recibidos para poder optar trabajar en el teléfono y después tienen tres meses de entrenamiento. Hace tiempo que no estamos tomando gente, pero esta es la línea de formación.
Tengo muchos casos para demostrarles que la evaluación depende de la escucha, donde se genera un acuerdo entre quien escucha y la víctima.
-¿No contemplan el desarrollo de un protocolo?
-Hace 7 años que trabajamos sin protocolo. Además, me pregunto exactamente qué quiere decir un protocolo, ¿para qué se usa? ¿Cuándo se usa y quién lo usa? Alguien habla de protocolo cuando nunca ha escuchado a las víctimas de violencia familiar en el teléfono: que se corta, que vuelve a llamar y que está escapada, que tiene a los chicos llorando y que uno en el horizonte siente a los perros que están ladrando. Es muy difícil protocolarizar eso. No hay que confundir el rigor del protocolo, que nosotros ya podríamos hacer después de siete años, con la manía clasificatoria. Creo que es un problema epistemológico que hay que revisar con mucho cuidado.  Lo que sí tenemos es un sistema perfectamente informatizado que se llena de manera muy cuidadosa. Tanto es así que nosotros podemos hacer estadísticas con lo que registramos: barrios, horas, niños, víctimas, aumento de llamados ingresados, aumento de llamados por primera vez, llamadas de personas transgénero, aumento de intervenciones en domicilio, aumento de víctimas atendidas.
-¿Quiénes van específicamente al campo para contener a la víctima?
-Van una psicóloga o psicólogo y una trabajadora o trabajador social y dos policías, aunque últimamente hay problemas con esto y va uno solo, que está mal. Es mixto el equipo. En los casos de violencia sexual tenemos un equipo en el que son solamente mujeres. Van en un móvil no identificable. El policía baja y dice que llegó el cuerpo interdisciplinario o llegó el cuerpo de violencia si es que se presenta. Su función es entrar y mirar a ver si podemos bajar. El policía va para ver dónde entramos nosotros. Además, se queda porque sabe que el golpeador puede volver o algún compadre del sujeto. Después acompañamos a la persona a la OVD las 4 o 5 hs que tiene que esperar. De ahí muchas veces, dependiendo de la situación en la que está la mujer, la acompañamos al juzgado que le tocó para que le den las medidas porque hay mujeres que no tienen idea de lo que le están hablando. Después, suponiendo que no haya querido hacer la denuncia, el equipo de seguimiento hasta 20 días sigue llamando por teléfono preguntándole cómo está. Y después lo que hacemos si es un sábado, la OVD no se hace cargo de la víctima, entonces nosotros vemos donde la dejamos a ella y a sus chicos. Ene l refugio es muy difícil porque está siempre lleno. Entonces buscamos casas de una prima, de una madre, de una tía. Si son personas de una comunidad, eso es lo más rápido, porque hablamos con gente de la comunidad y ésta inmediatamente toma alguna medida para paliar y pasar la noche.
-¿Cuál es el balance que ustedes hacen de estos siete años de gestión?

-Los logros a mí se sobrepasaron. Cuando propuse este programa fue porque vino Néstor Kirchner con un diseño básico de Aníbal Fernández que fue el que me llamó y me dijo que quería crear un primer equipo para poder detener a los violadores. Me contaba que el Presidente estaba muy preocupado por las mujeres víctimas de violación, porque no vuelven a hacer la denuncia ante el Juzgado una vez hecha en la comisaría. Esto sucede porque en la comisaría les hacen preguntas no debidas. Hoy en día ellos tienen una orden muy concreta: víctima de violación que llega se llama al Juez o al Fiscal para hacer la carátula y a nosotros al mismo tiempo, porque no pueden tomar la denuncia hasta que no estemos nosotras. Vamos en un auto que tiene que ir a toda  velocidad con solamente dos mujeres que llevan a la víctima al Hospital para tomar la medicación contra la posibilidad de VIH y de embarazo. Luego la llevamos donde ella quiera ir, a su casa o donde nos diga, y después empieza el seguimiento. Nunca queda sola la victima de violación. Ella va a tener que ir a identificar al agresor en las pantallas de la Policía Federal con nosotras. Luego, lo más importante, cuando tiene que hacer la declaración ante el juez o fiscalía, donde tenga que hacerla, nosotros lo que hemos logrado es que de acuerdo a las pautas internacionales si la víctima si quiere nosotras la acompañamos. Ella puede decirle al magistrado, sin ser menor, que la acompañemos. Por otro lado, el programa ha crecido también a nivel nacional. El programa 137 existe en Chacho hace año o año y medio y Misiones hace cuatro, cinco meses. El 25 de noviembre se hace un gran festejo por esto. En Salta también nos llamaron para volcar el programa, que es una provincia con características propias, tradicionales muy fuertes. La senadora Sandra Escudero nos está llamando para que vayamos. A mí se me fue de las manos el Programa. Tengo un equipo fantástico, empezamos siendo tres personas y ahora somos 200.