El Programa Las Víctimas Contra Las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con la coordinación de la Dra. Eva Giberti, tiene como finalidad principal poner en conocimiento de la víctimas cuáles son sus derechos para exigirle al Estado el respeto de los mismos y la sanción de las personas violentas que la hayan agredido. De este modo, se busca que la víctima supere su pasividad y reclame por sus derechos.

viernes, 19 de agosto de 2011

"El poder sobre el cuerpo, los valores y el derecho de los otros"


Publicado en Página/12. "Sociedad".
Viernes, 19 de Agosto de 2011

Desde hace más de veinte años soy llamado a opinar en casos de aborto no punible, como el de la niña de Misiones que quedó embarazada por la violación a la que fue sometida, por haber contado que el día más triste de su vida había sido aquel en el que su hermanita había sido abusada sexualmente y ella había debido defenderla. Estos hechos me causan un profundo dolor como persona, como médico y como especialista en bioética. Me duele el cuerpo dañado de las víctimas y me duele la falta de sensibilidad, responsabilidad y valor de mi profesión y de las instituciones para asistirlas debidamente.

La vida humana tiene valor intrínseco para la inmensa mayoría de nosotros, más allá de nuestras diferencias. Pero la identidad, la integridad y la libertad también son valores fundamentales para todos. El aborto, como alternativa, es una opción dramática para cualquiera. Y lo es, precisamente, por el conflicto de esos valores fundamentales que supone. Un conflicto sobre cuya resolución unos sostienen unas convicciones y otros, otras. Pero el vivir en sociedad en modo pacífico y respetuoso nos exige resolver esos conflictos y para ello nos sujetamos a una ley común.

El Código Penal, en tanto ley federal, establece con alcance colectivo para todas las provincias argentinas que las decisiones y los actos sobre la interrupción de un embarazo producto de esa saña feroz contra el cuerpo de una niña (o de una mujer), no deben ser punibles. Y lo hace porque aunque penaliza el aborto en general, entiende que en estos casos las víctimas tienen el derecho a resolver ese conflicto de valores libremente y según sus propias convicciones. La ley privilegia así la dignidad humana y la libertad de la voluntad. Y sin embargo, una vez más, la voluntad de una niña y su familia fue obstruida y manipulada para lograr torcerla hacia la voluntad ajena.

Por eso estos casos tratan, simplemente, de la imposición del poder de unas personas sobre el cuerpo del dolor y el derecho de otras. Fue Max Weber el que dijo que “Poder es la probabilidad de que un actor dentro de una relación social esté en posición de realizar su propia voluntad, a pesar de las resistencias, e independientemente de las bases en que resida tal probabilidad”. De esto se trata no sólo la violación sexual de la niña, sino también la demora judicial y de los hospitales, la falta de compromiso y el supuesto temor legal de los médicos, los pronunciamientos religiosos y de otros sectores y las omisiones del Estado en proteger los derechos de las personas.

Los médicos, para actuar éticamente, tienen la obligación de ser veraces, promover y respetar la voluntad autónoma de las víctimas en casos de violación y no manipular en ningún modo la libre decisión de los pacientes y sus familias. Los comités de bioética en la Argentina, a su vez, tienen el deber de promover el respeto de esos principios universales y de proteger los derechos de las personas en el sistema de salud.

Cuando no actuamos así, es el día más triste de sus vidas para las víctimas como esta niña argentina, y un día cualquiera más en la vida de las personas e instituciones que imponen su voluntad a los más débiles porque toleramos sus conductas sin sanción alguna.


martes, 16 de agosto de 2011

Información

El día 5 de agosto pasado, se llevó a cabo el Acto de Cierre del Ciclo de Sensibilización en Violencia Familiar – Violencia Sexual, dirigidas a funcionarios/ operador@s en terreno/ docentes que organizó el Programa Las Víctimas Contra Las Violencias junto a la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) desde el mes de septiembre de 2010.

Las fechas de los encuentros fueron:
20 al 22 de septiembre de 2010
16 y 17de noviembre de 2010
22 al 23 de marzo de 2011
5 de agosto de 2011


Participaron:
Dra. Eva Giberti
Lic. Ana Jordán
Lic. Norma Mazzeo
Lic. Carina Rago
Lic. Cristina Fornerón
Lic. Ramiro Lanzavecchia
Lic. Guillermina Benito

El cierre del acto, posterior al encuentro técnico con los operadores/as asistentes al Curso, estuvo a cargo de la Rectora de la UADER, Lic. Graciela Mingo de Bevilacqua.

Al mismo tiempo se anunció la próxima apertura de una Cátedra Abierta destinadas a sensibilizar a la comunidad en temas de violencia, entre el mes de noviembre de 2011 y el año 2012.

"Los límites del orden"

Por Boaventura de Sousa Santos.
Doctor en Sociología del Derecho; profesor de las universidades de Coimbra (Portugal) y de Wisconsin (EE.UU.).

Publicado en Página/12. "El mundo".
Lunes, 15 de Agosto de 2011.

Los violentos disturbios ocurridos en Inglaterra no deben ser vistos como un fenómeno aislado. Son un perturbador signo de los tiempos. Sin darse cuenta, las sociedades contemporáneas están generando un combustible altamente inflamable que fluye en los subsuelos de la vida colectiva. Cuando llegan a la superficie pueden provocar un incendio social de proporciones inimaginables. Se trata de un combustible constituido por la mixtura de cuatro componentes: la promoción conjunta de la desigualdad social y del individualismo, la mercantilización de la vida individual y colectiva, la práctica del racismo en nombre de la tolerancia y el secuestro de la democracia por elites privilegiadas, con la consiguiente transformación de la política en la administración del robo “legal” a los ciudadanos y del malestar que provoca. Cada uno de estos componentes tiene una contradicción interna: cuando se superponen, cualquier incidente puede provocar una explosión.

- Desigualdad e individualismo. Con el neoliberalismo, el aumento brutal de la desigualdad social dejó de ser un problema para pasar a ser una solución. La ostentación de los ricos y los multimillonarios se transformó en la prueba del éxito de un modelo social que sólo deja miseria para la inmensa mayoría de los ciudadanos, supuestamente porque éstos no se esfuerzan lo suficiente como para tener éxito. Esto sólo fue posible con la conversión del individualismo en un valor absoluto, el cual, paradójicamente, sólo puede ser experimentado como una utopía de la igualdad, la posibilidad de que todos prescindan por igual de la solidaridad social, sea como sus agentes, sea como sus beneficiarios. Para el individuo así concebido, la desigualdad únicamente es un problema cuando le es adversa y, cuando eso sucede, nunca es reconocida como merecida.

- Mercantilización de la vida. La sociedad de consumo consiste en la sustitución de las relaciones entre personas por las relaciones entre personas y cosas. Los objetos de consumo dejan de satisfacer necesidades para crearlas incesantemente y la inversión personal en ellos es tan intensa cuando se tiene como cuando no se tiene. Los centros comerciales son la visión espectral de una red de relaciones sociales que empieza y termina en los objetos. El capital, con su infinita sed de lucro, ha llegado a someter a la lógica mercantil bienes que siempre pensamos que eran demasiado comunes (el agua y el aire) o demasiado personales (la intimidad y las convicciones políticas) para ser intercambiados en el mercado. Entre creer que el dinero media todo y creer que se puede hacer todo para obtenerlo hay un paso mucho menor de lo que se piensa. Los poderosos dan ese paso todos los días sin que nada les pase. Los desposeídos, que piensan que pueden hacer lo mismo, terminan en las cárceles.

- El racismo de la tolerancia. Los disturbios en Inglaterra comenzaron con una dimensión racial. Lo mismo sucedió en 1981 y en los disturbios que sacudieron Francia en 2005. No es una coincidencia: son irrupciones de la sociabilidad colonial que continúa dominando nuestras sociedades, décadas después del fin del colonialismo político. El racismo es apenas un componente, ya que en todos los disturbios mencionados participaron jóvenes de diversos grupos étnicos. Pero es importante, porque reúne a la exclusión social con un elemento de insondable corrosión de la autoestima, la inferioridad del ser agravada por la inferioridad del tener. En nuestras ciudades, un joven negro vive cotidianamente bajo una sospecha social que existe independientemente de lo que él o ella sea o haga. Y esta sospecha es mucho más virulenta cuando se produce en una sociedad distraída por las políticas oficiales de lucha contra la discriminación y por la fachada del multiculturalismo y la benevolencia de la tolerancia.

- El secuestro de la democracia. ¿Qué comparten los disturbios en Inglaterra y la destrucción del bienestar de los ciudadanos provocada por las políticas de austeridad dirigidas por las agencias calificadoras y los mercados financieros? Ambos son signos de las extremas limitaciones del orden democrático. Los jóvenes rebeldes cometieron delitos, pero no estamos frente a “pura y simple” delincuencia, como afirmó el primer ministro David Cameron. Estamos frente a una denuncia política violenta de un modelo social y político que tiene recursos para rescatar a los bancos y no los tiene para rescatar a los jóvenes de una vida de espera sin esperanza, de la pesadilla de una educación cada vez más cara e irrelevante dado el aumento del desempleo, del completo abandono en comunidades que las políticas públicas antisociales transformaron en campos de entrenamiento de la rabia, la anomia y la rebelión.

Entre el poder neoliberal instalado y los rebeldes urbanos hay una simetría perturbadora. La indiferencia social, la arrogancia, la distribución injusta de los sacrificios están sembrando el caos, la violencia y el miedo, y quienes están realizando esa siembra van a decir mañana, genuinamente ofendidos, que lo que ellos sembraron nada tenía que ver con el caos, la violencia y el miedo instalados en las calles de nuestras ciudades. Los que promueven el desorden están en el poder y pronto podrían ser imitados por aquellos que no tienen poder para ponerlos en orden.


"La escuelita" no publicaba avisos

Por Eva Giberti.
Coordinadora del Programa Las Víctimas Contra Las Violencias
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
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Publicado en Página/12. "Contratapa".
Jueves, 04 de Agosto de 2011
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Estábamos en Ushuaia. Me había enviado el ministro Noblia (1958-1962) a realizar una tarea acerca de maternidad e infancia. En aquel entonces, todas las casas de los habitantes de la zona habían sido construidas con la noble madera de la región. Advertí que una casa había sido construida con cemento. Me contestaron: “¡Ah... Esa es el prostíbulo! Pertenece a la Base Naval”. Igual que las casas de los oficiales que estaban en el otro extremo de la ciudad, que se dividía entre la zona destinada a las familias de los miembros de la Marina y, del otro lado, los civiles.

El prostíbulo se construyó en la zona destinada a los civiles. Se comprende: cuando llegaban los barcos al puerto de la región, las tripulaciones se lanzaban en romería hacia el prostíbulo y armaban las colas delante de su puerta, obligando a que la policía naval, bastones en mano, mantuviera el orden. Los niños y niñas de las familias civiles estaban obligados a alternar con esos desórdenes coyunturales. El saber popular bautizó al prostíbulo con el nombre de “La escuelita” para explicarles a los chicos a qué se debían esas colas que pugnaban por ingresar, borracheras y empujones mediante, en plena calle.

Yo debía trabajar con el doctor Juncosa y le pedí que me introdujese en el prostíbulo. El pediatra comenzó a acompañarme después de haberle explicado a la madama que yo llegaba desde el Ministerio de Salud Pública. Durante cuatro días conviví con las mujeres y con los parroquianos en espera de sus turnos. Recién algunos años más tarde me di cuenta de que había ingresado y vivido en un núcleo de trata de personas. El recinto de ingreso tenía un bar donde los clientes esperaban su turno para ingresar en los sucuchos denominados habitaciones. Mientras bebían y gritaban, yo miraba las paredes de ese bar, tapizadas por los banderines de todas las naves de la histórica marina nacional, donados por los clientes marineros. Sentada a una de las mesas, y tomando mate cocido junto a la madama, ingresé en la historia de la trata, que yo desconocía. Esta señora, una morocha de piel muy blanca, con años acumulados, decidió contarme lo necesario, con la ingenua suposición de que yo podría modificar en algo aquello que era motivo de queja: “Por favor, dígale al ministro que nos mande preservativos a otro precio, porque nosotras tenemos que pagarlos 2,50 cada uno y después los muchachos no los quieren usar. Podrían mandarnos mayor cantidad, a mejor precio”. Pregunté: “Pero, ¿de quién dependen ustedes?”. Ella, asombrada por mi zoncera: “Nosotras somos de la institución, pertenecemos a la Marina. Contesté: “Entonces pídanles a ellos que les entreguen los preservativos...”.

“No”, me explicó, “porque los preservativos forman parte de nuestro trabajo”.

Como era un día tranquilo me invitó a recorrer el prostíbulo: un corredor y a cada lado los sucuchos con una cama-jergón, colchas revueltas, mesa de luz con dos rollos de papel higiénico y alguna estampita. Las mujeres, asombradas por la visita, se me fueron acercando, eran tres las que no estaban “trabajando”. Hasta que llegué a la habitación más amplia, donde pernoctaba la madama. Mi impresión inolvidable: una gran caja fuerte, a cuyos costados, de un lado y de otro, la Virgen de Luján y, a la vuelta, la foto de Evita. “Aquí guardamos los preservativos...”. También el dinero. Porque éste no era un servicio gratuito que ofrecía la institución.

Sentadas en la cama grande que usaba ella cuando era preciso aumentar la cantidad de servicios, le pregunté por una gruesa cicatriz que tenía del lado izquierdo del cuello, malamente suturada: “En una época quise escaparme... Me persiguieron y me obligaron a volver... Yo tengo una hija en Buenos Aires, la están educando en una escuela de monjas y quería escaparme de aquí para estar con ella... Pero me tiraron...”. Imaginé el balazo. “Nosotras pertenecemos a la institución de la Marina. Pero aquí no vienen los oficiales. A veces piden que les mande a alguna de las chicas hasta la base. Ellos están tranquilos porque saben que les mando chicas sanas.” El tema me lo había explicado el doctor Juncosa: mensualmente o quincenalmente, estas víctimas eran trasladadas al hospital en un auto con cortinitas, para que no se las viera desde la calle. El médico de turno constataba su estado de salud, firmaba la libreta y regresaban al prostíbulo, sabiendo que no se podrían escapar ni conectarse con el exterior. Escaparse en Ushuaia... con el equipo de seguridad que las vigilaba... mal pronóstico como lo había aprendido la madama. Cada vez resultaba más evidente que estaba hablando con esclavas y no con prostitutas que “habían elegido” estar allí. “A alguna de las chicas la trajo el Fulano –un sujeto de seguridad–. Vienen de otra casa (prostíbulo). Otras veces llegan desde la base.”

El prostíbulo tenía un pequeño y romántico jardín, con un puentecito debajo del cual transcurría un hilo de agua fresca. En sus alrededores crecían fresas y frutillas. Lo cuidaba un hombre jorobado, como Quasimodo, que transitaba con una canastita en la mano, recogiendo las frutas. Durante varios días me senté en un banquito del jardín a comer frutillas con este personaje, gran amigo de “las muchachas”. Que, sin imaginárselo, me abrió las compuertas de los distintos avatares de la trata de personas, narrándome historias de las víctimas encerradas, sin alternativa. “Y... si se enferman... las sacan... No sé a dónde las llevan, pero aquí no pueden estar enfermas...” Se entiende: cuando llegan las tripulaciones tenían que atender entre 12 y 14 clientes por día (la estadística no se modificó, aun sin tripulaciones).

Cuando en el año 2007 inventé, por indicación de Aníbal Fernández, la Oficina de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata, como un área especial dentro del Programa Las Víctimas contra las Violencias, no improvisé. Sólo recordé lo que décadas anteriores había vivido.

Comprendí que no se trataba de allanar prostíbulos –solamente–, sino de incorporar mujeres, civiles, que ingresaran en los locales para hablar con las víctimas, y no dejar los procedimientos en manos de los varones de las fuerzas de seguridad. Que tienen que ocuparse de los clientes y de los rufianes que regentean el bar. En Ushuaia ¿quiénes eran los rufianes?

Yo no habría vuelto a escribir esta historia si no me hubiera encontrado con una catarata de llamados telefónicos y consultas acerca del rubro 59 y su relación con la trata. Hay suficiente material descriptivo del estado en el que se encuentran las víctimas de trata cuando se llega con el rescate, pero la historia que resulta de la convivencia con ellas, durante los cuatro días compartidos en el lugar de trabajo, es distinta. Porque se escuchan los argumentos que sostienen la resignación repetida, el pensamiento del esclavo que no puede soñar con la libertad (Hegel y Lacan, con diferencias entre ellos, se ocuparon de esta forma de pensamiento). Ahora la esclavitud viene disimulada: “Somos tres chicas jóvenes que ofrecemos masajes de rélax al cliente...”, anunciando que ofrecen una experiencia inolvidable. La perversión de estos avisos reside en que hacen aparecer a las víctimas como promotoras de sus ofertas. O sea: “Vea señor, asista a mi convocatoria porque yo le ofrezco ser buena y dócil con usted, que podrá hacer conmigo lo que quiera. Siempre de acuerdo con un precio previamente convenido”. Cuerpos y poder comerciados. Lo que está en juego es lo que evidenciaban los banderines en el bar de Ushuaia: los clientes, cualquiera sea su pertenencia, están avalados institucionalmente por la garantía que el patriarcado –como institución rectora– garantiza.

En la puerta del prostíbulo de Ushuaia se amontonaban en malón los marineros, ahora los que se acumulan en malones son los avisos y las ofertas en los medios y en las calles. Los rufianes exhiben a sus pupilas por medio de avisos con frecuencia firmados por ellas: ellas hacen cola ante la posibilidad de elección del varón, que revisa cuál de las ofertas le convendrá más. Y de ese modo ponen a competir a “paraguayitas muy cariñosas” con “bebotas imaginativas”.

Las posicionan “matándose” entre ellas para privilegiar un número de teléfono.

Si a alguien se le ocurriera medir el centimetraje que ocupan los senos y las nalgas publicados para decidir la sanción estaría lejos del foco de la trata. La mensura está dada por la revuelta, por el retobe que significó prohibir estos avisos, política diferente de la que autorizaba los banderines de la Armada nacional ilustrando las paredes del prostíbulo, donde “trabajaban” las víctimas “que pertenecían a la institución”.


YOUTUBE: Programa Las Víctimas Contra Las Violencias

Aquí se pueden encontrar videos y entrevistas a l@s integrantes del
Programa Las Víctimas Contra Las Violencias.
Coordinación Dra. Eva Giberti.
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.

http://www.youtube.com/user/ViContraVio

Spot Publicitario Línea 137

Spot Publicitario Línea 137 - Programa "Las Víctimas Contra Las Violencias".
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.

Participación de Pablo Echarri.

http://www.youtube.com/user/ViContraVio#p/u/9/U64dOc-b5tM