El Programa Las Víctimas Contra Las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con la coordinación de la Dra. Eva Giberti, tiene como finalidad principal poner en conocimiento de la víctimas cuáles son sus derechos para exigirle al Estado el respeto de los mismos y la sanción de las personas violentas que la hayan agredido. De este modo, se busca que la víctima supere su pasividad y reclame por sus derechos.

viernes, 21 de octubre de 2011

"La muerte de Candela tiene un simbolismo más fuerte por ser nena"

Reportaje a Eva Giberti.
La psicoanalista, que coordina un programa contra la violencia doméstica que depende del Ministerio de Justicia, dice que las situaciones de abuso no distinguen entre clases sociales. El caso Candela y qué significan las víctimas propiciatorias en la mitología.

Por Magdalena Ruiz Guiñazú
Publicado en PERFIL. "El reportaje de Magdalena".
09 de Octubre de 2011.


En efecto, el 137 es todo un símbolo. A través de estos numeros se canalizan infinidad de llamados que encierran los infiernos de la angustia.

La Dra. Eva Giberti es coordinadora del programa “Las víctimas contra las violencias”, que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y de su titular, el doctor Julio Alak.

El nombre de Eva Giberti ya forma parte de un espacio en el que las mujeres argentinas hemos luchado por respeto y protección. Como culminación de su extensa carrera hoy la absorbe una tarea que es el cruel espejo de la sociedad.

“Hemos podido registrar –explica– que, por ejemplo, los llamados al 137 (que es específicamente Ciudad de Buenos Aires) se multiplican los días lunes. Parecería que allí se concentraran los conflictos durante el fin de semana. Los lunes siempre registramos el mayor número de pedidos de ayuda por situaciones de violencia.”

—Usted nos señalaba, doctora, que en muchos casos son situaciones que se repiten.
—Sí, desde comienzos del año 2010 hemos observado que la misma víctima llama por segunda o tercera vez. Fíjese –y nos muestra un gráfico prolijamente señalado–: hay aquí un porcentaje muy significativo. En los primeros años de trabajo, parecía suficiente con una única intervención. Como si el sujeto se atemorizara y retrocediera. Pero, lamentablemente, esto se ha incrementado en una proporción que, me parece, es paralela con un aumento de crueldad en los ataques. Por ejemplo, estoy hablando de las mujeres quemadas. Entre fines de 2009 y 2010 tenemos que volver por segunda o tercera vez al domicilio de la misma víctima.

—¿A qué lo atribuyen?
—Los hechos demuestran que el hombre, a pesar de haber sido excluido del hogar, vuelve a él por varias razones. Una, porque la mujer tiene pena; siente lástima por él y entonces lo deja entrar “para que vea a los chicos”, y ahí es cuando él vuelve a golpearla a pesar de que existan medidas que lo excluyen de la casa durante dos o tres meses. Pero, con cierta frecuencia, las mujeres encuentran un argumento para que él vuelva a acercarse. Generalmente, como decíamos, aparece el tema de los hijos, pero lo que sucede en realidad (y esto es muy importante) es que esas mujeres no tienen dinero y necesitan que el sujeto aparezca para dejarles algo de efectivo. Naturalmente, él no les envía el dinero si está excluido del hogar. Entonces un dato estadístico interesante señala que nuestros equipos, nuestras brigadas, deben concurrir al mismo domicilio por segunda o tercera vez. Tal como le comentaba, es un fenómeno de 2009/2010.

—¿Los llamados son siempre de urgencia?
—Sí. Nosotros trabajamos en emergencia y urgencia. Y, por ejemplo, urgencia significa que el móvil sale inmediatamente rumbo al lugar donde está la víctima. Habitualmente esto es en su casa. Por eso, nosotros no somos una oficina que atiende a las víctimas detrás de un escritorio cuando llegan, un día después o cuando pueden, a denunciar el ataque. Nosotros recibimos el llamado e inmediatamente se pone en marcha un móvil que lleva a dos policías y a dos profesionales. Uno de los policías se baja del auto para llamar a la puerta y decir “Ha llegado el equipo”. No dice “Ha llegado la policía” porque el golpeador puede haber mandado a un amigo, a un compadre, o también puede estar allí la suegra (la madre del agresor), para seguir amedrentando a la víctima. Entramos entonces nosotras, como profesionales. Alguna vez hasta nos han echado perros bravos encima. Por ese motivo es el policía quien baja en primer término del auto y observa si podemos entrar. Allí van una psicóloga y un trabajador social que son testigos del estado en el que se encuentra la casa y, sobre todo, el estado de la víctima que acaba de ser golpeada. Esto es justamente lo que no se ve en una oficina. Y constituye una enorme diferencia. Llegados a este punto nos hacemos cargo de los chicos que, muchas veces, están escondidos debajo de la cama. En una oportunidad uno de ellos, pobrecito, estaba escondido detrás de una silla.

—¿Cuánto tiempo suele insumir esta etapa?
—Aproximadamente nos lleva más de una hora convencer a esa víctima que debe absolutamente radicar la denuncia en la comisaría.

—¿Y cuáles son las razones habituales para no hacerlo?
—En general, las mujeres que se resisten a hacer la denuncia dicen cosas como “yo solamente deseo que lo asusten”; “no quiero hacer nada contra él porque seguramente se va a corregir”... Y esto es una ilusión. El circuito de la violencia es crónico y suele terminar con homicidios. Durante esa hora, las colegas conversan con la víctima y, sobre todo, le explican que si la agresión llega a repetirse su denuncia es un antecedente que queda en la comisaría.

—Bueno, hay que comprender también que es bastante impresionante ir a una comisaría y contar que su pareja le pega.
—Nosotros la acompañamos. La llevamos en nuestro móvil. No va sola. Estamos a su lado. Desde el primero hasta el último momento en el que la dejamos en algún lugar seguro, no nos separamos de ella. También cuando pide una intervención judicial. Siempre estamos al lado de la víctima. Jamás la dejamos sola.

—Usted, doctora, mencionaba recién los casos de mujeres quemadas…
—Esto comienza en el año 2009. Es ahí donde aparecen mujeres quemadas y, por desgracia, cuando llegamos ya ha sido agredida y lastimada…

—Recordamos al baterista de Callejeros...
—Yo creo que hay una relación importante entre un incremento de la crueldad masculina que no aparecía en forma tan evidente antes del episodio de Callejeros y un comenzar a evaluar la impunidad. En una palabra: la persona quedaba en libertad, no era detenida, etc., y vemos por ejemplo el aumento de amenazas. “Fulano (el amigovio) me está amenazando” –dicen las chicas–, “¡supongo que me va a rociar y luego me va a tirar el encendedor encima!”. Esto, como le decía, es nuevo. Del 2010. Pero, aun cuando sea sólo una amenaza, nosotros vamos igual y nos hacemos ver en el barrio porque esa chica está en peligro y también porque el agresor está violando la ley, ya que se trata de amenazas y hostigamiento. Por otra parte, lo que nos está sucediendo ahora es que nos llaman desde los hospitales o desde alguna fiscalía para que intervengamos cuando ya la víctima está quemada. Nos llaman igual porque el equipo está muy entrenado para estas situaciones y sabe cómo intentar un diálogo con la víctima y cómo acompañarla también. Y lo que es más asombroso (y, en realidad, esto no debería asombrarnos) es el patriarcado que regula las cabezas de muchas mujeres que, en el momento de denunciar al sujeto, dicen: “¡No, fue un accidente! Yo estaba limpiando (cualquier cosa) con alcohol y me acerqué al fuego…”. Esa es una. Otra, que hemos visto, es un cuadro psiquiátrico en el que la víctima dice que ella intentó suicidarse y que ella sola se roció con alcohol. Acerca de esto, hay una advertencia que quisiera subrayar: agradecería que no se simplificaran estas situaciones mencionando el famoso “masoquismo femenino”. Y le explico por qué: el famoso masoquismo es una conducta masculina, femenina y de los transgéneres. No es específicamente femenina. Salvo algún caso, lo que tenemos aquí, realmente de diagnóstico psiquiátrico, es el sometimiento patriarcal de no poder denunciar al hombre al que se amó (o al que todavía se ama), con el que se tuvo hijos, etcétera.

—Tan es así que, en el caso Candela, que todavía está en investigación, aparece toda una malla secreta de una familia en la que se protegen unos a otros.
—No sé cómo terminará el caso Candela…

—¡Nadie sabe!
—…pero aparecen estas mujeres que no han podido asumir que son personas con derechos y seres humanos a los que les corresponde un trato también humano, ¿no?

—Por eso llama la atención, así como usted señalaba las quemaduras, que ahora la víctima sea hija de uno de los presuntos involucrados.
—Mire, tanto los filósofos europeos como los americanos, por ejemplo David Kohen, se ocupan del tema. Justamente la doctora Mary Bellof, que es fiscal general de Política Criminal, me hizo llegar un libro de Kohen en el que aparece el criterio de deshumanización…

—Hoy, la víctima es una chiquita.
—Y la tesis de Kohen está centrada en la deshumanización del sujeto, tanto de sus semejantes como de sí mismo. El humano como tal importa cada vez menos. Y esto también se asocia a la autodestrucción del sujeto mediante el consumo de determinadas sustancias.

—¿Cuánto influye la drogadicción en los casos que ustedes atienden?
—Nuestro registro es mínimo. Lo que aparece, de vez en cuando, pero que estadísticamente es más representativo, es el alcoholismo. El consumo de drogas aparece pero no es que el sujeto consume y luego golpea… El sujeto consume porque goza con el abuso de poder. Mire, todo golpeador es un sujeto que se excita golpeando. Se excita libidinalmente y, además, acrecienta su Yo. Se siente poderoso. Todos estos delitos: violación, mujeres golpeadas, relaciones sexuales interfamiliares, son el resultado de un abuso de poder.

—Justamente en estos días, cuando se están realizando excavaciones en busca de los restos de Marita Verón, ¿cómo es posible que no se pueda avanzar con mayor diligencia en la trata de mujeres?
—Se avanzó mucho. Cuando en el año 2006 yo le sugiero al entonces ministro del Interior, Aníbal Fernández, que había que hacer una ley de trata, él me contestó simplemente: “¡Hágala! ¡Elabore un proyecto de ley!”. A partir de ahí busqué colaboradores, y me costó mucho trabajo (por no haber entonces en el país gente especializada) encontrar los diez colaboradores que redactaron el primer proyecto de ley de trata. Sin embargo, había gente que venía denunciando el fenómeno de trata. Me refiero a grupos de mujeres que estaban trabajando y denunciando pero a quienes nadie escuchaba. Desde 1915, cuando se sanciona la famosa Ley Palacios, hasta 2008, cabe preguntarse: ¿qué hicieron los gobiernos?, ¿qué hicieron las fuerzas de seguridad?, ¿qué hicieron los magistrados como para que la trata quedara como invisible? Puntualmente, el 23 de septiembre de 1915, Alfredo Palacios, el famoso legislador socialista, confecciona una “ley contra el proxenetismo”. En un primer momento esa ley es muy efectiva en Buenos Aires (los rufianes empiezan a escaparse), ya que nuestra ciudad tenía una (triste) fama internacional por ofrecer la mayor cantidad de mujeres “disponibles”. Lo mismo ocurría en Santa Fe. Luego, se vota la Ley de Profilaxis, pero siempre pensando que los prostíbulos eran necesarios. Finalmente, se termina con ellos pero continúa la trata de personas, que es, lisa y llanamente, esclavitud. En este tema hubo un largo silencio hasta que, en 2008, sale, a través del Programa que está a mi cargo, un proyecto de ley que no es el que, finalmente, se sanciona. Este proyecto es modificado en el Senado pero de todos modos sale algo importante, que es el delito federal. Con esto los jueces tienen ya un recurso. Igualmente, antes podían intervenir ya que con el Código Penal alcanzaba, pero habrá que corregir este recurso con la ley de trata teniendo en cuenta los reclamos que existen y que son, muchos de ellos, absolutamente justos. Coinciden con el primer proyecto que hicimos, sobre todo en el tema “consentimiento”.

—Además, hay otro asunto muy grave, que es la laxitud en los pasos fronterizos. Justamente la hermana Marta Pelloni publicó una carta denunciando la falta de control en las fronteras…
—Mire, las Fuerzas de Seguridad están recibiendo capacitación y los pasos ya no son tan fáciles. Por ejemplo, la Prefectura, antes de 2010 allanó un barco en el que traían mujeres desde el Paraguay. Esto ya es un avance, aunque falta mucho por hacer. Muchísimo.

—Quería volver, doctora, sobre un tema que mencionamos cuando hablamos de la violencia doméstica. La importancia que una mujer, aun golpeada, asigna al hecho de tener “un hombre a su lado”. Parece increíble, pero en esas terribles circunstancias ¿la mujer se siente desvalorizada socialmente si no tiene una pareja?
—Así es. Suele ocurrir entre las víctimas del maltrato familiar. Trabajando con ellas uno advierte que muchas mujeres están dispuestas a soportar cualquier cosa. Y le estoy hablando de las tres clases sociales tradicionales: populares, media o media alta, y la llamada clase alta. Es decir, el grupo más pudiente. Y este es un dato interesante: ¡cuando nos llaman desde los consorcios de Recoleta o de Palermo son los vecinos los que llaman! No siempre la víctima. Los vecinos escuchan los gritos y por eso nos avisan. Esto ocurre con mucha frecuencia. Si miramos las estadísticas podemos advertir que no es necesario ir a una villa para encontrar estos cuadros. Por supuesto que nosotros entramos a las villas y tenemos mucho trabajo allí, pero lo que se observa en general (y esto es grave) es que son muchas las mujeres que piensan, sienten y creen que si no tienen un hombre permanente a su lado, quedan descalificadas, no son reconocibles como mujeres. Están incompletas.

—Lo que antiguamente se llamaba “una solterona”. Una mujer sola.
—No le estoy hablando de un compañero “cama afuera”. Esta es otra historia. Pero estas son mujeres que tienen la idea de que deben tener un hombre fijo y todos los días, y esto es indicador de un problema serio de identidad de género.

—Volviendo a la violencia que deriva en crimen, varias respuestas de Alfredo Rodríguez (el papá de Candela) a un reportaje de la revista “Noticias” me llamaron la atención. Rodríguez habla con cierta naturalidad de las razones por las cuales pueden haber matado a su hija, y cuando el periodista le pregunta: “¿Y cómo cree que esa supuesta mentira (de Moreira, otro de los implicados) terminó con el asesinato de Candela?”, el papá contesta: “No sé. Supongo que alguien le habrá dicho: si realmente fue él, vamos a hacerle algo para que aprenda…”. Y esto es algo tan terrible...
—Bueno, esta es una lectura hecha desde la frialdad con una deshumanización que la caracteriza claramente…Es la negación de la condición de hija; de la filiación. De ser quien trasladará su apellido o su herencia, por decirlo jurídicamente. Y esto es la negación de que estamos hablando de una niña. Y también hay que decir algo más: esta es una víctima propiciatoria justamente porque es una niña púber, virgen.

—Se dijo que había sido abusada…
—No lo sé, pero en todos los mitos de todas las culturas –griegas, romanas, occidentales y orientales– hay una virgen que se convierte en víctima propiciatoria. En este caso no sabemos propiciatoria de qué, o para qué, pero creo que si hubiera sido un hijo varón también se lo hubieran matado. Lo que ocurre es que esto adquiere un simbolismo mucho más fuerte cuando se trata de una niña.

—Es muy impresionante también observar los avisos (engañosos por supuesto) que piden “Se busca chica con actitud”… y las adolescentes en sus Facebook incluyen reiteradas veces esa frase: “tengo 12 años y tengo actitud” ¿Qué quiere decir realmente?
—Hay aquí un cierto matiz provocativo subyacente. Vuelvo sobre el tema: estos son los fenómenos que genera el patriarcado. Desde muy chiquitas, en vez de estarles enseñando lo que es “ser mujer” en cuanto a “persona”, las chicas están aprendiendo a ser mujeres que deben ser “deseadas” por los hombres y “reconocidas” a través de los medios de comunicación. Estos son mensajes típicamente perversos. Usted dirá, quizá, que yo insisto en aquello de “políticas patriarcales”, pero es porque yo leo lo mismo que lee usted y la sorprende.

—Lo que también es aterrador es que en casos como el de Candela empieza a suponerse una complicidad policial.
—Mire, en este momento la Policía está revisada. Ha habido muchas modificaciones. No se olvide que la ministra Garré hizo cambios rotundos y lo que yo aprendí, trabajando con la Policía, es que tienen históricamente una formación machista. Y esa formación los lleva a pensar (por cierto, no hablo de “todos”), incluso a mujeres policías, que si una nena es prostituida no es una víctima. Es prostituida porque “trabaja”. Esto es lo que todavía se sigue enseñando. En este programa que yo coordino hemos incorporado en las tres escuelas de policía una cátedra sobre distintos tipos de violencia. Tanto en la Escuela de Oficiales como en la de Cadetes, para ascender tienen que cursar durante cuatro meses y rendir examen oral y escrito sobre temas de violencia. Tenemos ya 9 mil egresados, lo cual es mínimo al lado de los 45 mil policías de la Federal, pero tengo la certeza de lo que se ha enseñado a esos 9 mil, a quienes escuchamos hablar y vemos actuar de acuerdo a los conceptos que se les han transmitido en esta cátedra.

http://www.perfil.com/ediciones/2011/10/edicion_616/contenidos/noticia_0006.html

1 comentario:

  1. LILIANA GABRIELA KLUGA31 de octubre de 2011, 13:46

    Totalmente de acuerdo con la postura de la Dra. He transitado algo de este camino y aún puedo contarlo y mas que contarlo SER FELIZ habiendo podido a reaprender a caminar y ahora a correr ... soy la misma persona pero ubicada en otro lugar que es ni mas ni menos que el de una mujer BIENTRATADA, PRIMERAMENTE POR MI MISMA....!!!

    ResponderEliminar