Publicado en Página/12. "El País".
18.03.2013
Por Nicolás Alessio.
Presbítero, teólogo, integrante del Grupo Angelelli. Alessio fue suspendido a raíz de su postura sobre la ley de matrimonio igualitario.
Presbítero, teólogo, integrante del Grupo Angelelli. Alessio fue suspendido a raíz de su postura sobre la ley de matrimonio igualitario.
Elegir al cardenal Jorge Bergoglio como Papa es una jugada maestra de la diplomacia vaticana. La Iglesia Católica, a punto de naufragar entre escándalos financieros y sexuales, necesitaba urgente otra “imagen” ante la opinión pública mundial y mucho más en Latinoamérica. El perfil de Benedicto XVI, un alemán, duro, rígido, inquisidor, no logró poner a flote la “barca de Pedro”. Por el contrario.
Necesitaban un hombre en Latinoamérica, el último bastión de católicos que debe ser preservado de las desviaciones populistas en política y de las herejías de los teólogos de la Liberación.
Latinoamérica, la tierra de los mártires por la justicia –Romero, Angelelli y tantos otros– es un humus peligroso para la ortodoxia religiosa.
La tierra del socialismo del siglo XXI y de gobiernos posneoliberales huele a “izquierda” y eso no es del agrado vaticano.
Particularmente en Argentina, porque es el primer país latinoamericano que produce avances profundos en los derechos de las minorías sexuales, haciendo ley de la nación el matrimonio igualitario. Esto es una ofensa grave al pudor romano y a la dogmática moral católica. Un mal ejemplo que debe ser exorcizado. De hecho, Bergoglio escribió a las hermanas carmelitas que “es la pretensión destructiva al plan de Dios... no se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ‘movida’ del padre de la mentira”. Para los neófitos en términos religiosos, el “padre de la mentira” es el demonio. Se trataba de una guerra “santa”.
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